Texto por:Andrea Rincón
2019 marcó el aniversario 40 de la Revolución Islámica que cambió para siempre la vida de las mujeres en irán, la muerte de la Chica Azul y la asistencia de ellas a un partido de fútbol tras cuatro décadas de segregación. Así fue el último año para las mujeres que dentro y fuera del país luchan por reivindicar derechos que trascienden lo deportivo.
Si Irán fuera una obra literaria, probablemente sería 1984 de George Orwell. La República Islámica encarna el retrato de una sociedad distopíca, que en pleno siglo XXI es la única en el mundo en impedir a las mujeres entrar a estadios de fútbol, como el Gran Hermano prohibió a los ingleses el amor y el pensamiento propio, castigado con la muerte, en la novela que el escritor inglés situó en la década de los ochenta.
Algo tan “descabellado” como lo que hace el Gobierno iraní, en palabras de algunos activistas de derechos humanos, que incluso no permite a las mujeres cubrir eventos futbolísticos, deportes de natación, ni tampoco jugar un partido sin la yihab, el velo que el Gobierno les exige para cubrir su cabello. Y hablar de las condiciones de las futbolistas iraníes es ver un espejo de la sociedad en la que viven. Las desigualdades abundan.
“Las periodistas solo abordan algunos deportes. Algunas de mis colegas que escriben sobre fútbol tienen muchos problemas, muchas de ellas van a los hoteles donde se hospedan los jugadores y solo pueden entrevistarlos por teléfono, no pueden ir a los estadios, no pueden ver sus ejercicios, ni sus entrenamientos. Desde que empecé a escribir sobre deportes tengo estos y otros problemas”, dijo en diálogo con France 24, Aznar una periodista iraní que reside en Teherán y a quien cambiamos el nombre por razones de seguridad.
La conversación se realizó a través de una aplicación de mensajería privada. La mayoría de activistas en pro de estas reivindicaciones temen las duras represalias del Gobierno iraní.
Las restricciones a las mujeres encierran de fondo una lucha por el poder político en Irán
El control es tan estricto dentro del país que, “por ejemplo, todos los guardias de seguridad te revisan tu yihab y tu forma de vestir. Además, nosotros tenemos muchas periodistas deportivas, pero ellos -los grande medios- no las usan porque piensan que los deportes son solo para hombres y que los periodistas deben ser hombres”, relató Aznar, que aseguró en que el Gobierno teme que las mujeres se empoderen cada vez más.
“Ellos creen que, si permiten a las mujeres entrar a los estadios, ellas van a pedir más y ellos no quieren darles paso a más demandas”, aseguró la periodista iraní. Porque en el fondo esta exigencia aborda una reivindicación que trasciende el ámbito deportivo y es una mayor participación de las mujeres en los espacios públicos, un derecho que perdieron tras la Revolución de 1979.
Tara Sepehri Far, investigadora de Human Rights Watch, aseguró a France 24 que, de fondo, este no es un tema meramente religioso sino, especialmente político. “Permitir que las mujeres se sientan empoderadas y que la gente haga que el cambio ocurra es una receta para la gente para que presione al Gobierno y haga que las cosas pasen. Esto es a lo que el Gobierno le teme”.
La apertura del estadio Azadi para las mujeres en Irán: una victoria agridulce en la batalla por la igualdad
Sepehri Far señaló que, en su opinión, el logro más importante conseguido hasta ahora ocurrió el pasado jueves 10 de octubre de 2019 cuando, según las autoridades iraníes, alrededor de 3.500 mujeres asistieron al partido que le dio la clasificación a la selección de Irán, que enfrentaba a Camboya, al mundial de Catar 2022.
Pero este histórico paso se produjo luego de la muerte de Sahar Khodayari, una mujer iraní de 30 años, que se inmoló afuera de un juzgado que pretendía enviarla por seis meses a prisión, luego de que la mujer fue detenida al tratar de entrar a un estadio vestida como hombre el pasado septiembre. Sahar murió una semana después en un hospital debido a las graves quemaduras y fue apodada la “chica azul” por los colores de su equipo favorito, el Esteghal.
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Su muerte no solo conmocionó a los iraníes sino al mundo entero e hizo que la FIFA presionara a la Federación Iraní para permitir el ingreso de las mujeres a ese partido. Pero con un estadio con capacidad para cerca de 78.000 personas, sólo se habilitaron 3.500 entradas para las mujeres, menos del 5% de las sillas, las críticas de activistas y organizaciones apuntaron al máximo ente rector del fútbol mundial.
Una activista citada en un artículo del ‘New York Times’ que expone este tema, señaló que “si alguien me preguntara: ‘¿Cuál es su mayor logro, qué le da la mayor satisfacción?’, Diría esto: ‘Los ayatolás cuando hablan de los derechos de las mujeres, siempre hablan de las mujeres que asisten a los estadios’”, dijo Sara. Algo cambió. El régimen es consciente de esta revolución, pero la ignora y a cambio penaliza con cárcel, discrimina y oprime a las mujeres por atreverse a cambiar las dinámicas de poder en su país.
“Los iraníes son maestros en hacer todo bien menos esto, dan pequeños pasos para no perder el control completo”, confesó Sepehri Far.
La Revolución Islámica o por qué la relación de las mujeres con el fútbol se convirtió en un amor prohibido
Antes de la Revolución de 1979, en la época en que el Shah de Irán guardaba lazos fraternos con Estados Unidos, el país podía confundirse sin asomo de dudas, con cualquier otra nación de occidente. Las mujeres enseñaban sus piernas bajo cortas faltas, lucían su cabello con todo desparpajo, trabajaban y tenían garantizadas importantes oportunidades educativas. Caminaban por la playa junto a los hombres, compartían los tradicionales picnics que la clase media tenía como tradición y muchos eventos sociales y culturales.
Pero con el arribo del Ayatolá Ruhollah Jomeini, todo cambió drásticamente para ellas. Proclamandose a sí mismo mensajero de Alá, Jomeini implantó la más severa y radical interpretación de la ley islámica, y los derechos de las mujeres se desvanecieron tan rápido como la luz de un rayo que alumbra el cielo en una noche de verano. “El Gobierno deriva su legitimidad de Dios, y un Gobierno adecuado requiere una reconstrucción radical de la sociedad islámica”, declaró Jomeini para entonces en un discurso.
“La ideología dominante de los revolucionarios, es que las mujeres y los hombres tienen roles complementarios, que se basan en el género. Esto se prestó a la revocación de los pocos, pero duramente ganados derechos de las mujeres que se consideraron occidentales. Por ejemplo, la edad legal para casarse se redujo a nueve años, las mujeres perdieron sus derechos de custodia de sus hijos y el divorcio se hizo más difícil de obtener. También se segregó a las mujeres y hombres en espacios públicos como autobuses, entradas a edificios gubernamentales o universidades y esto ha permanecido hasta nuestros días”, explicó a France 24 Sussan Tahmasebi, activista iraní por los derechos de las mujeres.
Fue en ese momento en el que la prohibición de entrar a los estadios de fúbtol fue impuesta, sin embargo, sorprendentemente, ninguna ley sostiene este veto. “Los argumentos que respaldan esta política son muchos, pero el quid de ellos descansa en la noción de que los estadios son lugares donde los hombres se burlan y maldicen, donde se portan mal y se involucran en la violencia, por lo que no son lugares adecuados para las mujeres, pero este argumento no tiene validez, siempre hemos argumentado que, si el problema son los hombres, entonces su comportamiento debe ser vigilado y restringido”, sentenció Tahmasebi.
“La FIFA dice que quiere destruir estas prohibiciones, lo puede hacer, pero no ha querido”
El veto de Irán contra las 41 millones de mujeres que no pueden entrar a un estadio representa una violación a la constitución de la FIFA que establece que la discriminación contra las mujeres “está estrictamente prohibida y se castiga con suspensión o expulsión”. Pero hasta ahora el organismo no ha hecho ninguna de las dos a pesar de las múltiples promesas de su presidente Gianni Infantino de derrumbar esta veda.
Aznar asegura que “la FIFA no quiere destruir estas relaciones con el Gobierno, así que dice que respeta nuestra cultura en nuestro país y que quiere ver a las mujeres más inmiscuidas en el deporte, pero con oraciones como ‘paso a paso’, nosotras no creemos eso. La FIFA dice que quiere destruir estas prohibiciones, lo puede hacer, pero no ha querido hacerlo”.
Pero es optimista. A pesar de todos los problemas que tiene por ser periodista deportiva en Irán, asegura que “después de la muerte de Sadar Khodayari, del crecimiento de las mujeres como periodistas deportivas y futbolistas y después de que la gente le presta más atención a las mujeres en los deportes en Irán podemos esperar más oportunidades. Pero no debemos esperar que ni la FIFA, ni nuestro Gobierno, ni nuestra Federación de fútbol hagan algo porque ellos ya tienen otros intereses”.
El cambio es imparable incluso para las resistentes doctrinas que la república islámica ha establecido con puño de hierro. “Por ejemplo, hoy, las mujeres representan más del 50% de los estudiantes universitarios, la edad promedio de matrimonio es de 25 años (legalmente es 13), la tasa de natalidad es muy baja y las mujeres se dedican a diversas profesiones: son doctoras, abogados e incluso conductores de autobuses y futbolistas”. “Es importante ver el estado de las mujeres en este contexto más amplio y sus luchas más amplias”, sentenció Tahmasebi.
El fútbol, como espejo social, sirve de vehículo para movilizaciones de fondo. Esta relación entre el fútbol y las mujeres, ha sobrevivido por 40 años, no a fuerza de víctimas, sino de mujeres capaces de resistir la discriminación, que han operado cambios fundamentales en el seno de la conservadora sociedad iraní al punto incluso de arriesgar sus vidas. Su esperanza es tan latente como su amor por este deporte, al menos la de Anzar. “Estoy segura de que, si nosotras no lo logramos, nuestras hijas y la siguiente generación si lo hará”, concluyó.